Salirse y proseguir y proseguirse,
excederse la boca, desatarse,
irse a buscar al otro, conocerse,
derribarle el olvido, derribarse,
darle con la pasión en lo profundo,
nacer de su interior como una lágrima
porque esta mano sola queda sola
y esa mano no puede y esta sangre
no puede continuar, no encuentra el rumbo,
no alimenta su anchura y sus enjambres.

Penetraron lo lejos, germinales,
poseídos de historia y de sentido
y por cada palabra hubo un profeta, un árbol,
una piedra, hubo un martirio
de construirse en los hombres venideros,
proveerles la fe, ser contenido
de lo que fura siendo mientras tanto
que subían al rostro, al gusto, al tacto,
a la piel generosa, al gusto, al grito,
de lo que fuera siendo entre sollozos,
entre heridas rebeldes y caídas;
de lo que fuera viéndose de a poco
entre reconstrucciones y gemidos
porque había que hacerse de alegría,
de volteado desprecio, de estampidos
y esperar y esperemos mientras tanto
y amasarse en la vida y ser construidos
entretanto que vamos a lo lejos
tocándonos, sintiéndonos el ruido
de las transpiraciones incesantes
donde la vida esculpe su sonido.


( de Los Compadres del Horizone, Armando Tejada Gómez)

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